Era el 2011 y estaba feliz por haberme graduado de la prepa, aunque la felicidad me duró poco, ya que no sabía qué carrera estudiar o si meterme a trabajar en el negocio familiar directamente.

En fin, tomé el camino más sencillo a mi parecer, y decidí estudiar una carrera que pudiera ayudar en un futuro al negocio familiar (Administración), pero a lo largo del camino me di cuenta de que no tomé la decisión adecuada. ¿Cómo?
6 meses oscuros de tristeza y de pocas relaciones sociales. Todo ese tiempo la pasé encerrado en mi cuarto tratando – sí, “tratando”- de llegar a mis expectativas académicas que tanto trabajo me estaba costando alcanzar. En el camino mi autoestima y mi seguridad se dañaron.
Tuve la oportunidad de cambiarme de carrera, pero aun así la decisión me aterraba, ¿cómo iba a irme a estudiar algo que no conocía y que no garantizaba mi futuro? Sí, tuve miedo, pero dentro de mí sentía que era lo correcto, y que era lo que me iba a llevar a cumplir mi propósito de vida.
Así que lo hice; tomé la mejor decisión de mi vida. Me cambié de carrera, y sí, cada vez que se lo contaba a alguien recibía comentarios negativos o limitantes como: “no te va a ir bien”, “¿de qué vas a vivir?”, “esa carrera es de mujeres”, “no podrás mantener una familia”. Fue difícil ignorar los comentarios, pero al final de cuentas solo uno sabe lo que quiere y lo hace feliz.
Mi propósito ahora es que ayudar a la gente para que no cometa los mismos errores que yo. Únicamente necesitan un empujón para conocerse mejor y de esa manera elegir lo que les genere alegría a corto, mediano y largo plazo.